☁️Soy un chico que ama las historias, y bueno, él tenía muchas que contarme.🥀✨
«✒️¿Que será del dragón que se enamoró del príncipe de la torre?✨»
~• Frases
~• Mini-relatos
~• Sólo son las letras de un corazón marchito.
Soy profeta, soy humano, soy amor. La lluvia caía, y como en cualquier historia de (des)amor, yo mojado en un portal cualquiera me encontraba. La ropa verde que se apretaba cuál enredadera a mi cuerpo pesaba dos toneladas, y sin embargo, lo único que yo luchaba por mantener cerca, era mi corazón. Rojo, pulsante, y fracturado en mi pecho. Yo que sabía lo que iba a pasar, yo que quería algo más, yo que asentí y aguanté el anillo en mi dedo como una bendición angelical. Ese anillo que se extravió, que ahora no tengo en mi poder. El mundo se acabó y volvió a nacer. La ropa seca se volvió a mojar, presa por las lágrimas de unos ojos que ya a ti no te enfocan. Piel rojiza que ya no crispa mi corazón, adornada por una sonrisa que no volverá a incendiarme. Adiós amor, demonio, condenado. Yo, profeta. Yo, humano. Yo, te amo.
Solía fumar para sentirme diferente. La pose, las manos ocupadas, el humo plateado que sobrevolaba fuera de mi boca cuál magia. Vivía por esos segundos que le robaba a la luna, peleando por ver cuál brillaba más. Si mis pulmones, o sus grietas. Con un cigarro en la mano era mas que... yo mismo. Era grande, valiente, adulto y sin miedos. Por eso dejé de fumar cuando te lo prometí, porque no necesitaba sentirme alguien más, por qué estaba satisfecho con quién era en ese momento. Más que contento con tus buenos dias, con mis te amo, con el anillo que brillaba incluso mas plateado que el cartón encendido que llevaba en la mano. ¿Ahora? preguntas. Ahora... fumo para recordarte, para volver a esos días dónde amanecía con el propósito de hacer de tus mañanas mas amenas, menos solitarias. Ahora fumo porque en el humo veo fragmentos de lo que una vez fuimos, y cuándo apago el cigarro, diviso en la colilla el punto final en nuestra historia. Una que no me atrevo a escribir, incluso ahora. Camino con el miedo de equivocarme, y usar una palabra que puedas malinterpretar, un sustantivo que no haga justicia a la gloria que cargas en tu pecho, en tu cuerpo. Tu piel mas marrón que el cigarro que cargo, tu sonrisa, de todas la mas brillante. Ahora fumo por que yo y la luna guardamos el secreto que, de tanto decírtelo, no puede llamarse eso. (tú) Tan fascinante, (tú) tan maravilloso, (tú) tan perfecto. Descripciones que se alejan de la realidad, vagas como las palabras que se gritan en una estación con el tren en movimiento. Sin embargo ahí están, tan reales como el primer día. Y tan falsas como la promesa del anillo que aún, mantengo en mi dedo. ¿Te decepcioné? Supongo que si, pero también supongo que ya eso no importa. Día a dia, se pierde una letra de la sinfonía que era tu nombre. Camino en la calle y no me molesto en recogerla, que se quede ahi. Que otro hombre la recoja, que otra alma vea en tí aquello que yo no supe valorar. O que, quizás, valoré ya muy tarde. Eres un peso que ya no sostengo, y yo, quizás soy una canción que nunca entendiste del todo. Sin importarme nada, la noche me llama, y yo respondo... con un cigarro en una mano, y el recuerdo de tu amor en la otra. Siempre tuyo, Maik.
—Katy Perry escribió la canción Miss You More para esos amores que aún no se han ido. Esos amores que no se irán. Sin importar que vengan otros. Mas nuevos, mas lindos y enérgicos. Sin importar lo que hagas, dejes de hacer, o cuánto lo intentes. Siempre serás nada comparado con ellos. Con los que se fueron. Los que hirieron. Los que nunca te amaron. Y vaya mierda Katy.... mi amor, ¿no es mejor que ese que él no le dio? ¿Que se supone que yo haga? ¿Intentarlo hasta que lo olvide? ¿Si no me siento amado, es su culpa, o es mía? Nunca había odiado y amado al mismo tiempo a nada en este mundo. Supongo que siempre hay una primera vez para todo. Supongo que, para cada Miss You More´s de Katy, siempre estarán los Someone Like You de Adele.
— De alguna manera, la nostalgia de lo que tuvimos, eclipsa por completo todo lo nuevo que hoy amanece en mi vida. Eres una sombra de la que sin importar cuánto lo intente, no puedo escapar. Un demonio de piel rojiza y sonrisa ladeada. Una historia demasiado corta. Un amor demasiado grande.
Y no sé quién fue el desgraciado que inventó esta celebración, y aún así estoy seguro que una razón morbosa se oculta tras los estantes y estantes llenos con peluches y corazones rojos. No me creo que algo tan arraigado como el 14 de febrero sea producto de una buena obra. ¿Cierto? Raramente las celebraciones lo son. Pero sin importar la razón, buena o mala, por cada persona que se esconde de las felicitaciones maldiciendo su propia soledad, hay una que a su vez se regodea en la luz del sol. Que corretea como recién nacido, quien por primera vez da un paso a sabiendas que en el siguiente, sus piernas no le fallarán. Ahí, a las puertas del océano, hay dos de esas personas. Pueden ser algo mas que "personas" el uno para el otro. Puede incluso haber dos anillos reluciendo a la luz del sol. Muchas risas tontas son testigos de la rodilla que se encaja con firmeza en el suelo. La grava se retuerce con el peso de 20 primaveras, y al final, palabras temblorosas salen de una boca perfilada en amor. El sonido de la eternidad opaca las olas de fondo mientras el chico habla, ríe, y vuelve a hablar. Pero, justo como la marea, la rodilla del mismo recula un poco. La eternidad se convierte en una vida, y lo que antes no tendría final, ahora se terminaba cuándo uno de los dos muriera. Eso era suficiente, para ambos. Un "Si" correteó silencioso por la rodilla, catapultandose hacia un corazón ya desbocado. Pero en vez de morir, ese corazón vertió todo de él en un único beso. "Bésame, víveme, ámame. Como si fuera el primer dia, como si este fuera el último. Úsame todo lo que quieras, que yo haré lo propio. No le tengo fé al tiempo, y se que el futuro predice rupturas. Pero, hasta que ese día llegue (y mucho tiempo después) dejemos que este anillo grite a los cuatro vientos de Moondstat. Que yo, soy tuyo."
Ese chico siempre escuchaba música donde no la había. Siempre pasaba frente a mi, tarareando una canción que nadie mas podía escuchar. Casi como si la melodía viniera de adentro. De un rincón risueño por momentos, triste en otros. Ruidoso, alegre, desenfrenado, e incluso, hasta un poco demasiado. Cada que lo veo pasar nuevamente, me pregunto lo mismo. Si alguna vez, yo, escucharía música de la misma forma que el chico de verde, que mas que escucharla, parece sentirla. Cierra los ojos cómo si no estuviera a dos pasos de una calzada repleta de carros, y mueve las manos hacia arriba, abajo, derecha, y luego arriba de nuevo. Nunca en el mismo orden, nunca con el mismo ánimo. Los carros pasan a su lado, y el chico mueve todo el cuerpo al compás del aire. A mi lado Brannon se burla, «loco» lo llama, pero yo no consigo apartar la vista. Su cabello, de un falso plateado, revuela el puente por el que ahora está pasando, y lo pierdo de vista. Miro mis manos, callosas pero finas, y hago el intento de replicar lo que había visto. Justo al final de mis dedos, aparece un pedazo de madera que marca el ritmo de una orquesta invisible. Mi propia orquesta invisible. Y justo cuándo estoy a punto de alzar mis manos, una mujer se acerca a mi puesto. Desde ahí, sentada en una caja, tras una carretilla llena de coles, la atiendo con amabilidad. Justo como me enseñó mi padre. Veo a la señora partir, y no vuelvo a pensar en la música. En el chico de verde. En mis sueños. Los carros siguen pasando, y sólo la respiración de Brannon me recuerda el lugar donde estoy. Quizás no ahora, pero algún día...«me prometo a mi misma». Algún día bailaré y cantaré tanto, que mataría a Brannon de risa. Si, algún día... eso sería suficiente.
Me gustaría poder cambiar, ¿saben? Ser mas altanero, mas distante. Capaz de sonreír con o sin él. Me gustaría ser tan independiente como un rayo que cae en seco. Sin gota de lluvia, ni anuncio, ni nubes que dictaminen su paso. Sólo caer, ser, y quemar todo a su paso. Me gustaría despertar siendo alguien diferente, para ver cómo me mirarían entonces. ¿Me tratarían igual? ¿Seguirían dejándome de lado? He ahí mi punto, he ahí la razón por la cuál quiero cambiar. Para que no me importe cómo me traten o si me dejan de lado. Estar por encima de todo ello. Para no ser siempre el chico que... que llora camino a la parada.
Mi historia siempre fue prestada, pedazos aquí y allá de personas que no tenían ni una pizca de originalidad. Ser inhumano era el precio de ser libre, ser yo mismo estaba prohibido por lo moral. La fatalidad de un libro mojado por la lluvia siempre fue algo que todos repudiaron. Yo incluído. El era gracioso, y si yo actuaba como él, también podría serlo. El era masculino, y si yo me paraba de la misma forma, si, podría simularlo. Esa broma era chistosa, esa chica era coqueta, ese atleta rápido, ese hombre fuerte. Tomé. Tomé. Tomé todo lo que pude de ellos y me vestí. Cuál flor llena de pétalos, me llené uno a uno de cualidades que no eran mías. Zeus lanzo un rayo desde el Olimpo como una bendición a la tierra, y yo me aproveché al completo de él. Justo en el medio me detuve y tomé todo para mí. Me partió al medio, y me dejó sollozando de rodillas, pero eso era justo lo que quería. Ahora roto, más cosas cabían en mí. Ahora abierto de corazón, podría meter manos, y rocas, cemento y carisma en lugares a los que no llegaba. A lo largo de los años me construí desde las ruinas de la perfección que antes era. Una ruina que no tuvo tiempo de ser exhibida, eso fui. Ahora soy solo una escultura aburrida, creación de los artistas contemporáneos que no tienen ni un cuarto del talento de aquellos de antaño. La gente avanza y ni siquiera mira en mi dirección. Son sólo pasos y risas que hacen eco en los huecos de una personalidad que no pude llenar del todo. Nada más aburrido que un poema sin un buen final. Nada más triste que una obra de arte que nunca fue vista.
—Todos ellos eran muy ruidosos. Las órdenes, la ropa, las exigencias. Todo era demasiado, tanto, que nadie notaba al chico silencioso sentado a la distancia. Sus ojos cafés fijos en alguien que nadie podía ver, ni siquiera él. Porque ese alguien hacía mucho que se había ido. Un estupor nublaba su pecho, recorría su cintura y paralizaba el sentir de su mente. Ahí donde antes había una sonrisa y una piel rojiza, ahora sólo entumecimiento quedaba. Vivieron tanto, y sin embargo... ahora sólo quedaba oscuridad, solo quedaba silencio en él. Una campana sonó a lo lejos y todos comenzaron a correr, el chico incluido. El que llegara al último se llevaba el castigo. Por eso corrió como alma que lo llevaba el diablo. El que llegaba al último llamaba la atención.
—Corrí y corrí, más, no pude lograr nada. La ira y la resiliencia quedaron atrás cuando sobrepasé la decima octava meta, se volvieron vestigios de un chico que ya no existía. Mi tiempo se había acabado. Mis alas habían sido estranguladas, y lo único que quedaba por hacer, era caer. Choqué con ese árbol roído, lleno de estrellas y órdenes enmarcadas en su cruda madera, y no pude hacer más que rendirme. Me senté y observé como el camino se volvía borroso. El hogar se volvía carretera, la carretera se convertía en monte. Y el monte acababa en reclusión. Mi ropa perdió su acostumbrada oscuridad, y un enfermizo color verde tomó su lugar. Murió el arcoíris a falta de Sol. Y nació la nada. A partir de ahí no supe contar los días, las horas no querían pasar... y los minutos parecían engullirme. Olvidé que te extrañana, no había tiempo para eso, porque me condenaron al lugar donde las pesadillas se convertían en realidad. Y no había nada que hacer, salvo mentir, y esperar.
—Mis ojos no se cierran cuando deberían. Las sábanas dejaron de calentarme, y la fogata permanece apagada a la distancia. El frío corretea por mi codo y se catapulta a mis piernas, tiemblo y suelto sollozos, pero al menos puedo decir que no te extraño. El aire que sale por mi boca se convierte en vaho, y no evito el retorcerme un poco, pero al menos... no te extraño. A pesar de todo, el orgullo brilla fervientemente en mi sonrisa. Han pasado dos noches desde que te fuiste, y juro que no te extrañaré.