Y no sé quién fue el desgraciado que inventó esta celebración, y aún así estoy seguro que una razón morbosa se oculta tras los estantes y estantes llenos con peluches y corazones rojos.
No me creo que algo tan arraigado como el 14 de febrero sea producto de una buena obra. ¿Cierto? Raramente las celebraciones lo son.
Pero sin importar la razón, buena o mala, por cada persona que se esconde de las felicitaciones maldiciendo su propia soledad, hay una que a su vez se regodea en la luz del sol. Que corretea como recién nacido, quien por primera vez da un paso a sabiendas que en el siguiente, sus piernas no le fallarán.
Ahí, a las puertas del océano, hay dos de esas personas. Pueden ser algo mas que "personas" el uno para el otro. Puede incluso haber dos anillos reluciendo a la luz del sol.
Muchas risas tontas son testigos de la rodilla que se encaja con firmeza en el suelo. La grava se retuerce con el peso de 20 primaveras, y al final, palabras temblorosas salen de una boca perfilada en amor.
El sonido de la eternidad opaca las olas de fondo mientras el chico habla, ríe, y vuelve a hablar. Pero, justo como la marea, la rodilla del mismo recula un poco. La eternidad se convierte en una vida, y lo que antes no tendría final, ahora se terminaba cuándo uno de los dos muriera. Eso era suficiente, para ambos.
Un "Si" correteó silencioso por la rodilla, catapultandose hacia un corazón ya desbocado. Pero en vez de morir, ese corazón vertió todo de él en un único beso. "Bésame, víveme, ámame. Como si fuera el primer dia, como si este fuera el último. Úsame todo lo que quieras, que yo haré lo propio. No le tengo fé al tiempo, y se que el futuro predice rupturas. Pero, hasta que ese día llegue (y mucho tiempo después) dejemos que este anillo grite a los cuatro vientos de Moondstat. Que yo, soy tuyo."