El tiempo se desmorona, segundos que devoran las horas, mientras la noche, testigo en silencioso, ve mi cuerpo rendido, impotente ante la certeza: este es el último beso.
Mis ojos, desbocados, acarician la belleza de tu alma, un tacto sutil que dibuja la profundidad de tu ser. Mis manos, escultores efímeros, modelan tu figura perfecta, en un instante eterno.
En la quietud que todo lo envuelve, la voz se apaga y el silencio reina. Los sueños, como mariposas fugaces, se desvanecen en la noche sin estrellas.
La tierra se abre, un abismo sin fondo, tragando recuerdos y anhelos sin fin. El tiempo se detiene, un reloj sin manecillas, y el corazón deja de latir en su reloj interno.
Las luces se apagan, la esperanza se esfuma, solo queda un susurro, un eco distante, la última melodía de un alma que se va, un adiós sin palabras, una despedida sin nombre.
En este poema sin dueño, la muerte es el autor, dibujando versos con pinceladas de silencio. La vida, un libro que se cierra sin final, un viaje sin regreso, un lamento sin voz.
Ser tu sombra, tan cerca que no me ves, un eco que solo tu oído alcanza a oír, un silencio que se cuela en tus sueños, un latido invisible, un corazón sin cuerpo.
Ser el susurro que te acompaña en la noche, un susurro que habla de un amor sin nombre, un susurro que se escapa de mis labios, para acurrucarse en tu alma, en tu silencio.
Ser tu sonrisa, un sol que te ilumina, un sol que no se apaga, un sol que no se oculta. Ser tu luz, tu refugio, tu razón de ser, ese es mi sueño, un sueño puro y perfecto.
Te dedico este insomnio, lleno de recuerdos compartidos. Te entrego la luna, para que ilumine tu camino. Una canción te regalo, para calmar tus demonios.
En mis fantasías, eres un viaje milenario. En mi hogar, tu lugar te espera, por si decides volver.
No temas, mi poema no es robótico, pues late con el ritmo de mi corazón. Cada palabra es un latido, cada verso un suspiro de amor.
En mi alma impura, te abrigaré en el invierno. Mis manos descuidadas te protegerán en la noche. El ángel que me guarda se une para cuidarte también. Nuestros caminos se separan, pero nuestros labios anhelan vivir juntos en la misma realidad.
Bendita la luz que ilumina sus pecas, constelaciones que guían mi mirada por su piel. Bendito el destino que en su espalda dibuja, un mapa de lunares que mi alma quiere leer.
Bendita la vida que me permite acercarme, a tu lado, donde quiero morir y renacer. Bendito el amor que en tus ojos encuentro, faro que ilumina mi camino hacia el ser.
Con cada sonrisa,mi gratitud se acrecienta, por el milagro de compartir este instante contigo. Bendito sea el universo que nos ha unido, y bendita la poesía que nace de tu encanto.
Quiero ser esa ola, para nacer en tu horizonte. Quiero ser flor, para formar parte del arreglo en tu cabello. Quiero ser ocaso, para deleitarme con tu belleza mientras me apago. Pero en realidad, hay algo que anhelo profundamente, Quiero ser la muerte, para que un día estemos juntos en eternidad.
En el cruel enredo de la guerra, el dolor se erige como la pesada carga que los inocentes llevan sobre sus hombros, resaltando la urgencia de forjar un camino hacia un futuro donde la paz no sea solo un anhelo, donde la empatía y la comunicación reparen las profundas heridas del ayer.
En las grietas del alma humana, el dolor de la sociedad teje su trama, recordándonos que en la oscuridad más profunda también florecen las semillas de la compasión y la esperanza, transformando cicatrices en estrellas de solidaridad.
Siente, llora, y deja que la tinta manche el papel; en la creación hallarás redención, construye tu historia desde lo más profundo, muere lentamente en el éxtasis del presente, donde el tiempo se desvanece en la unión con tu musa, vive en tu refugio de paz, Tu legado no se basará en tu vida,tu vida se dedicará a crear un legado.
No disfrutas el ocaso, es él quien se deleita contigo. No miras las estrellas, ellas convergen en constelaciones para contemplarte. El sol se derrite lentamente con tu resplandor. La luna, incapaz de encararte, se voltea de espaldas mientras eres su brillo dominante.
No es lo que tocan, es lo que sostienen, Nuestro cuerpo, tan complejo y misterioso, es más extraño de lo que imaginamos, Como la vida misma, el tiempo fluye y con él, nuestra energía vital. Nuestros pies descalzos narran la cruda realidad, La espina dorsal,música y a su vez armonía. Nuestras mentes reflejan la naturaleza cruda pero exquisita, Llegando al corazón como la esencia de la esperanza, Algo intangible, invisible y a la vez supremamente relevante.