EL HILO DEL DESTINO
Ella estaba bien y eso era lo importante, estaba bien sin mí porque yo solo le ofrecía dolor, un montón de letras, de palabras, de tinta esparcidas en un mundo de sueños, de fantasías y de poesía donde era la musa y la protagonista de las páginas mi inspiración.
Mi presencia en tiempos escasos y efímeros le causaba inseguridad, temor, deseos vacíos e insatisfechos en los espacios de su cuerpo y cuando escuchaba mi voz en la declamación o los audios guardados en su dispositivo lo único que hacía era abrir sin piedad las heridas de su pasado, heridas que jamás irían a cicatrizar.
En sus pensamientos aún creía en la fuerza del amor porque se aferraba como podía al hilo del destino en la conexión de su alma a la mía y sus latidos se sumergían en el mar profundo del olvido marcando en círculo rojo los días, los meses y los años mientras mis dedos buscaban las letras del teclado para escribir su nombre al llegar la sentencia de la noche y en las madrugadas la condena del maldito insomnio.