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“Tengo dolor de cabeza desde que maté a un niño”. Un desconocido que se hacía llamar Sam, y que los medios ya habían bautizado como el Asesino del Zodiaco, había llamado al programa para pedir ayuda a su presentador. Necesitaba atención médica. Decía matar para librarse de las terribles migrañas que le atormentaban. Zodiac pedía a gritos parar aquella cacería, mientras las autoridades se esforzaban en descubrir su verdadera identidad. En aquel momento, el homicida había perpetrado ya 3 crímenes a sangre fría en la costa de California. Uno de los crímenes más aterradores cometidos por este asesino sin rostro, fue el de Darlene Ferrin, camarera de un restaurante italiano, que sentía que alguien la observaba y la perseguía desde un tiempo atrás. Vivía con miedo y no dudó en contárselo a su entorno. Ahora necesitaba notoriedad pública, así que decidió ponerse en contacto con algunos periódicos locales. Envió una primera carta al San Francisco Chronicle, Vallejo Times y SF Examiner. Las hojas estaban escritas a rotulador, con faltas de ortografía y con una caligrafía pequeña, apretada, fría y en tono muy amenazante. Eran notas con información crucial que solo podían conocer los investigadores y el autor de los crímenes. Pero en la misiva no solo daba detalles de los asesinatos, Zodiac inició un juego. Quería que los periódicos descifraran un criptograma con 8 filas y 17 símbolos distintos porque allí se escondía su verdadera identidad. Además, la misiva venía firmada con un símbolo muy peculiar: el visor de una pistola. Este signo terminó convirtiéndose en la famosa rúbrica del Asesino del Zodiaco en todos sus homicidios. 2 semanas después de aquello, Zodiac volvió a matar. Esta vez su objetivo fue un taxista de Unión Square. El detective David Toschi no tardó más de veinte minutos en llegar a la escena del crimen. Decenas de agentes peinaron la zona en busca de sospechosos. Zodiac se guardó el trozo de camisa en su chaqueta y reemprendió la marcha, no sin antes percatarse que un coche patrulla llevaba un buen rato observándole. Acercaron el vehículo hasta el suyo pero no se percataron que era el asesino. Ni siquiera vieron que su ropa estaba manchada de sangre o que escondía una pistola en su bolsillo. El homicida volvió a escapar y a reírse de la incompetencia de la policía. Lo tuvieron delante de sus narices, completamente ensangrentado, y no se dieron cuenta de nada. Aquí el asesino, aún más confiado, envía otra a los periódicos de San Francisco. Era el 14 de octubre. La misiva comenzaba como siempre, con un “Zodiac al habla”, seguido de los múltiples detalles que completaban la escena del crimen del taxista. Hasta ese momento, se realizaron varios retratos robots de Zodiac y los investigadores tenían en el punto de mira a varios sospechosos. Cada año salen nuevas hipótesis acerca de la identidad de uno de los asesinos en serie más importantes del siglo XX. Una de las últimas nos lleva hasta Gary Stewart, en cuyo libro ‘The most dangerous animal of all’ publicado en 2014, asegura ser el hijo del Asesino del Zodíaco. El nombre del criminal es Earl Van Best Jr. y su aspecto se correspondería perfectamente con el del retrato robot de Zodiac tras el crimen del taxista. ¿Estaríamos, por tanto, ante el crimen perfecto? Con los datos sobre la mesa, podemos decir que sí. Hasta el momento lo es. Porque pese a las pruebas y los indicios recabados, jamás se ha demostrado quién o quiénes son los verdaderos culpables. Aunque el detective privado Tom Voigt tiene claro que el ADN es lo único que podría resolver un caso que trae de cabeza a los investigadores desde hace 50 años. Para Voight, Zodiac “podría estar tomando café a tu lado, podría estar sentado en la parada del autobús”. De estar vivo, rondara los 80 o 90 años.
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