LAS RAZONES DE LA INFAMIA  Sánchez y sus secuaces han programado este año infinidad de aquelarres, payasadas, baboserías y lanzadas a moro muerto para celebrar el Aniversario del fallecimiento hace cincuenta años de Francisco Franco, Jefe del Estado español. En su infinita prepotencia ególatra, el asaltatumbas monclovita parece no reparar en lo grotesco y ridículo de celebrar que el vencedor en los campos de batalla del régimen político que estaba ahogando en odio y crimen a España desde 1931 falleciera, ya octogenario, en un hospital de la Seguridad Social cuando España ya había cerrado las heridas de la Guerra Civil y había alcanzado las más altas cotas de prosperidad económica de su Historia. A la banda gubernamental de sectarios, corruptos y colipoterras que lidera Sánchez no le ha bastado con el alarde de talibanismo psicópata que supuso profanar su tumba o renombrar las calles y monumentos que recordaran su obra. Ahora celebran que su archienemigo muriese de muerte natural como si ellos no fueran a estirar nunca la pata. El enfermizo afán revanchista de la banda de Sánchez para cambiar el pasado con orwellianas Leyes de Memoria no explica del todo la obsesión de la purrela gubernamental con denigrar la figura de Francisco Franco. Hay varias razones para este teatrillo obsceno. Una de ellas es utilizar todo este carnaval como cortina de humo que camufle los innumerables casos de corrupción en los que está inmerso todo el tinglado pesoero. Y es que desde el cónyuge del inquilino monclovita hasta los ministros, alcahuetes, camellos y paniaguados del Patio de Monipodio de Ferraz, toda la banda está pringada en escándalos, chanchullos y mamoneos. A ver si recordando que Franco era muy malo, la peña no se fija tanto en el destino de sus cada vez más abusivos impuestos. Pero, más allá de trasnochados revanchismos y de maniobras de distracción, la razón principal para arrojar mierda de forma oficial sobre un periodo de nuestra Historia es evitar que alguien pueda establecer incómodas comparaciones entre los logros sociales y económicos del gobierno de Franco y el cúmulo de despropósitos, corrupción, ineficacia y despilfarro del chiringuito inaugurado a partir de la Constitución del 78. Si se hace un balance entre los aciertos del franquismo (las leyes laborales más avanzadas de nuestro entorno, la creación de infraestructuras sin parangón, la construcción masiva de viviendas sociales, la consolidación de nuestro prestigio internacional, la industrialización y el aumento del nivel de vida de los españoles, todo ello con una presión fiscal mínima...) y sus fallos (nombramiento de sucesores felones, barra libre al clero y a su dogmática pacata, ausencia de un proyecto político a largo plazo...) hasta el más lerdo puede sumar dos y dos. J.L. Antonaya