—Jodes —me dijo Liza— con el entusiasmo de un hombre que jode por primera vez y aun así jodes con un montón de inventiva.
—¿Puedo escribir eso en mi servilleta?
—Claro.
—Puede que lo use alguna vez.
—Simplemente no me uses a mí, es todo lo que te pido. No quiero ser sólo otra de tus mujeres.
No contesté.