A diferencia de la moda moderna del bronceado, las jóvenes de la época prerrevolucionaria preferían una “palidez interesante” en el rostro, algo especialmente apreciado en los bailes. Para lograrlo, el día antes del baile, casi no comían nada, ajustaban sus corsés al máximo, comían tiza e incluso bebían vinagre diluido.
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