El tiempo se desmorona, segundos que devoran las horas,
mientras la noche, testigo en silencioso, ve mi cuerpo rendido,
impotente ante la certeza: este es el último beso.
Mis ojos, desbocados, acarician la belleza de tu alma,
un tacto sutil que dibuja la profundidad de tu ser.
Mis manos, escultores efímeros, modelan tu figura perfecta,
en un instante eterno.