Pilón, luego de los sismos
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Quizás es la imposibilidad de predecir un sismo lo que hace que no estemos casi nunca listos para él. La tierra puede vibrar hasta derrumbar todo lo que construimos sobre ella y ni una sola certeza previa nos lo anuncia. La respuesta parece ser la adaptación, que nuestros hábitats estén, de alguna forma, listos para ellos, desde el sosiego.
Pero mantener alejado el pánico es díficil para quien, de guardia y con un paciente en el sillón de estomatología, el piso se le sacude; o quien despachaba un paquetico de algo en una mipyme y siente oscilar el kiosko, o quien sobre su cama leía en el teléfono los daños que dejó el huracán Rafael en Artemisa, y percibe trepidar su edificio, sabiendo que le esperan, hasta abajo, cuatro pisos y todas sus escaleras.
Domingo, 10 de noviembre. Un sismo premonitorio de 5.9 grados sacudió a varias provincias de Cuba. Una hora después, 11:49 a.m, un segundo temblor principal de 6.7 grados vibró con más fuerza; ocasionó perjuicios en los municipios al sur de Santiago de Cuba y Granma.
Con epicentro a 32 kilómetros del sureste de Pilón, municipio de Granma, en este lugar se concentra un grupo importante de sus mayores daños. Alma Mater estuvo allí, 52 horas después del desastre.
🖋📸 Claudia Rafaela Ortiz Alba
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