Derechos son más que negocios
Ojalá sean muchos más los artistas que vayan a mi país a compartir su obra. Bastantes son los que, aún siendo muy queridos en Cuba, jamás han puesto un pie en ella, por miedo a las consecuencias o por estar contaminados por tanta campaña de desinformación y fakes sobre lo que acontece en la isla.
Como nos tienen acostumbrados, es un discurso hipócrita el de la contra, que se la pasa reclamando libertades y ahora atacan a una mujer por ejercer libremente su derecho a cantar donde le place. No hay actitud más contraria a la democracia.
Una artista, como cualquier otra, firma un contrato mercantil con una empresa, para ambos hacer dinero. O sea, un negocio. Fin del tema. Ellos no sé de qué se asombran o qué reclaman, si debieran estar familiarizados. Ese tipo de sociedad, en que todo es una transacción comercial y el arte se comercializa como una mercancía más, es justamente el modelo de sistema que desean para la isla.
Ahora, ¿qué es lo que de verdad me importa como cubana? Que nuestros teatros sigan siendo para el pueblo, que el arte siga estando al alcance de todos, y no reservado como un lujo, en eventos privados y exclusivos, para extranjeros y para quienes puedan pagarlo caro. Durante 60 años, a pesar de las crisis económicas más duras, el arte ha sido un derecho de todos los cubanos y tiene que seguirlo siendo sino, de qué estamos hablando.
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