En cualquier profesión o actividad de la vida se puede tener actitud de guerrero. No es necesario dedicarse a la milicia, basta con ver los retos y trabajos como desafíos y combates. El afán de superación y el mantenerse firme en los valores que deben guiar nuestras vidas es importante. Este mundo que nos ha tocado vivir está totalmente contaminado por antivalores. La mejor forma de permanecer limpio de esa afección generalizada, que es lo burdo y degenerado, es abrazar esa actitud de guerrero. Estar por encima y alejado de la mediocridad y buscar lo bello, lo justo y lo bueno para el alma aún a costa de no ser entendido. Ser además banderines y faros para los demás. Esa actitud, por incomprendida muchas veces, nos hará perder trabajos o beneficios, pero nos llenará de dicha y satisfacción personal, dejando una impronta de nobleza que marcara nuestro carácter. Y el carácter es lo que distingue a una persona, en este caso a una persona digna del resto de los que se dejan llevar por la inmundicia generalizada.