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Me he pasado muchas veces. Mucho tiempo. Y me ha pasado muchas veces. Mucho tiempo. Con muchas personas. Me he pasado mucho tiempo mirando de reojo la pantalla a ver si me llegaba el mensaje. La explicación que merecía. La respuesta que necesitaba y que había pedido. Me he pasado mucho tiempo esperando un cambio. Confiando en que no volverían a tratarme mal. Y en que me pedirían perdón por todo aquellos momentos en los que lo hicieron. O esperando a que me dijeran si me perdonaban a mí. A que empezara a ser una prioridad. A que tuvieran en cuenta lo que yo sentía. A que fuera tiempo de que me escuchasen. A que se responsabilizaran de los suyo. A que dejaran la cobardía y me dijeran la verdad. A que actuaran en consecuencia y se marcharan o se quedaran. Sin medias tintas. Sin prolongar. Sin tener que yo ir detrás. Sin tener que yo ir a buscar una conversación que no me correspondía empezar. Porque todas esas veces yo no me fui. Yo no cambié. Ni dejé de querer como lo hacía. Yo no hablé mal. Y me tocó esperar. Incluso cuando escribí yo para decir "oye, qué te pasa". "Dime la verdad". Nunca llegó. Nunca llegaron. Ni el mensaje. Ni la respuesta. Ni la explicación. Lo que llegó fue el visto. El silencio. Y al tiempo, que actuaran como si no hubiera pasado. La gente que te quiere (bien) no te deja. Ni en espera, ni en visto ni en la vida en general. Porque incluso quien ya no (te) quiere más, te lo dice y se va. Dejas lo que no solo no quieres, sino lo que te da igual. #Texto
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