Ambas mujeres entraron a la floreria que, en ese momento, tenía el aspecto de un lugar abandonado; habian flores y hojas vagando por cada centímetros del piso, era imposible dar un paso sin escuchar el crujido se los tallos verdosos de alguna de estas, además de que la mayoría de las flores se encontraban marchitas, era como si la florista pudiera transmitir su tristeza a través de ellas.
LA CUIDAD DEL OLVIDO- Andrea Muñoz.👾