Cuando te abres a alguien arriesgas con valentía y apuestas con tu confianza. No sabes cómo puede salir y, aún así, subes la apuesta contra la incertidumbre con algo de ilusión, sinceridad y esperanza.
Qué bonito es que alguien sepa valorar y cuidar el regalo más grande que una persona puede hacerte en su vida: su vulnerabilidad.
Y es que no hace falta caminar en los zapatos de nadie para comprenderle: basta con mirar su espalda y comprobar su colección de cicatrices.
Ahí, donde hubo dolor, es donde se encuentran acurrucadas las historias más importantes de una persona y donde uno procura acariciar con paciencia, en bajito, con hechos y casi en silencio.
Ojalá encuentres a alguien que, teniendo tus miedos entre sus manos, decida abrazarlos con cariño en lugar de dejarlos tiritando de frío.
Te mereces esa suerte.
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