Los últimos compases de Puccini
✍ Yamilé Jiménez
El 29 de noviembre de 1924 fallecía en Bruselas uno de los hombres más emblemáticos del mundo de la ópera: Giacomo Antonio Doménico Michele Secondo María Puccini; quien, conocido por su primer nombre y apellido, revolucionó por dentro y por fuera el arte lirico musical, dejando con sus obras una estela de progresión perpetua marcadamente eclética.
Todo indica que la receta para la confección de estas partituras operáticas fue infalible ya que el músico italiano (aunque no siempre fue muy aceptado por la crítica italiana) supo conquistar al público combinando olfato teatral, invenciones escénicas, hondura sicológica, síntesis y variedad, además de sumergirse en diversas culturas musicales para llevarlas a sus historias.
Creador de algunas de las melodías más míticas de la historia del género y de un lenguaje orquestal óptimo, a diferencia de otros de sus contemporáneos, Puccini no fue ni paladín de las vanguardias ni manifiestamente prolífico. Compuso obras para piano, piezas vocales sacras y profanas y algún que otro cuarteto de cuerdas; pero fueron sus óperas (básicamente Manon Lescaut, La Boheme, Tosca, Madama Butterfly y Turandot) los títulos que le entregaron el pasaporte perpetuo a los grandes teatros líricos del mundo y a las páginas de la música universal.
Como no podía ser de otra manera, las conmemoraciones por el centenario de la muerte de Puccini han tenido repercusión en los grandes colosos de la ópera y un momento particularmente especial se vivió en el Teatro alla Scala con una nueva producción de Turandot, su última ópera nacida de un trágico suceso personal y que además, quedó inconclusa.
A finales de octubre de 1924 Puccini fue diagnosticado con cáncer de garganta y falleció tras una batalla que duró escasos días. Poco antes, en una reunión con su amigo Arturo Toscanini, el compositor le encargó que llevara a buen puerto su última partitura y siguiendo los bocetos existentes, un año y medio más tarde Turandot estaba finalmente lista gracias a Franco Alfano.
Sin embargo, el día del estreno, el 25 de abril de 1926, Toscanini decidió hacer un homenaje póstumo a su amigo y en medio del tercer acto detuvo la función justo donde el Maestro Puccini había puesto su última nota.